A tan solo 22 kilómetros de la ciudad de Valencia está la localidad de Loriguilla, que alberga una de las joyas de la arquitectura valenciana del siglo XIX: la Masia del Conde. Base de una gran explotación agropecuaria, debe su nombre al Conde de Torrefiel, que ordenó su construcción para la irrigación de unos terrenos que hasta entonces eran de secano. ¿Te apuntas a conocerla?
La Masía del Conde es la tradicional casa con un patio articulado en la parte posterior. A su alrededor se encontraban las dependencias económicas y de servicio, aunque a medida que la explotación se hacía cada vez mayor se añadieron nuevos cuerpos a uno de sus laterales. Está realizada con mampostería, aunque los ladrillos también se utilizaron como refuerzo de esquinas, puertas y ventanas.
El edificio principal de la Masia de orienta hacia el oeste, y en el centro de la fachada está la entrada principal. Ésta conecta con los dos lados de la casa y con el patio que, a su vez, tiene otra entrada en su parte trasera para las caballerías. El edificio principal tiene dos pisos, el inferior destinado a los caseros y el superior donde vivían los propietarios. Las diferencias de clase se aprecian en aspectos como las ventanas, mucho más grandes y luminosas en la planta noble.
Si salimos al patio, vemos que en la parte trasera, junto a la entrada de las caballerías, encontramos las cuadras. En el lado norte están la almazara de aceite y los cubos de hacer vino, ya que el viento y la menor influencia del Sol ayudaban a conservar mejor el aceite y el vino que se producía en esta masia del Camp de Turia. A día de hoy todavía se conserva el mecanismo que se utilizaba para hacer el aceite o el cubo de hacer vino.
Por su parte, en el edificio del lado sur del patio, que albergaba las dependencias económicas y de servicio, se levanta una torre de un cuerpo que allí se levanta, algo poco corriente en las masias de la época. Adosado a este patio están los corrales y una gran balsa de regadío.
Por supuesto, en nuestra visita a la Masia del Conde no podemos olvidar pasarnos por la Capilla de San Antonio Abad, que no solo servía para que los agricultores asistiesen a los oficios, sino que era el lugar en el que se organizaban las tareas de la explotación. Eso si, tras funcionar como corral varios años, se ha deteriorado aunque hay en marcha una iniciativa para su recuperación.
Más información y fotos: Ayuntamiento de Loriguilla